Por Gerardo Barboza
Educador
Johann Wolfgang
von Goethe dijo en su
época que “Un hombre vale por tantos
hombres cuantos idiomas posee”. En el presente siglo, lo
expresado por
Goethe no solo mantiene su validez para hombres y mujeres por igual,
sino que
además toma mayor relevancia para el desarrollo del
plurilingüismo y la
pluriculturalidad.
Una
gran mayoría de costarricenses
aspiran, por ejemplo, a poder comunicarse en varios idiomas, sea, por
ejemplo,
por razones académicas, profesionales, intelectuales, o
laborales.
Cualquiera que
sea la razón, los
esfuerzos para hacer realidad esa aspiración son de buena fe.
Aceptan, para lograr
comunicarse en el idioma de su elección, los requerimientos
establecidos
–muchas veces no negociables– por el proveedor del
servicio.
Empero, luego de
varios meses de cumplir con
los requisitos impuestos, aún así, la meta se vuelve, en
su lugar, más difícil
de alcanzar.
¿Qué
sucedió? Distintas pueden ser las
causas del fracaso. Dentro de aquellas atribuibles al estudiante,
pueden incluirse
la dificultad para aprender una lengua distinta a la materna, la falta
de
recursos económicos para hacer continuo el esfuerzo, la actitud
negativa hacia
la lengua que estudia, la desmotivación generada por las malas
experiencias en
el pasado, y la tediosa y reciclada historia de tener que iniciar el
mismo “nivel”
de curso, por ejemplo, en inglés, con –otra vez–
“the alphabet”, “personal
pronouns”, “yes/no questions”, etcétera.
Muchos
estudiantes son convertidos en algo
así como “beginners forever”, especialistas en
“to be”, “to be going to”, año
tras año, curso tras curso, con textos coloridos y
técnicas de enseñanza que,
en muchos casos, los ridiculizan y que, consecuentemente, producen la
deserción;
más bien, la expulsión del curso.
En el
proceso educativo, sin embargo, el
que tiene la mayor responsabilidad es el que está a cargo de los
asuntos administrativos
y académicos de la enseñanza: primero, porque es el que
impone, en la relación
de poder, el plan de estudios –si es que este existe; segundo,
porque con ese “plan
de estudios” vienen adheridos los libros de texto
–acompañados por audio y
video para parecer modernos y cuyos índices son, entonces, ese
“plan de
estudios”–, producidos con un “método talla
única” por algún autor “experto” en
cualquier otra cosa menos en Costa Rica, y listos para alcanzar las
metas de
venta.
Los
elementos como la infraestructura,
los laboratorios y demás que el proveedor del servicio aporte no
dejan de ser
importantes, pero al final de cuentas, quien debe salir debidamente
preparado
es el estudiante, con el conocimiento en las neuronas.
¿Qué
puede hacer la persona para tomar la decisión de si acepta o no
determinada
oferta?
Algunas
sugerencias se
presentan sobre aspectos centrales en cualquier curso, a saber, el
método, el
proveedor del servicio y el personal docente.
Sobre
el método:
los Drs. Jack Richards y Theodore Rodgers, en “Approaches
and Methods in Language Teaching”,
señalan tres elementos fundamentales: (1) el enfoque, referido a
las teorías acerca
de la naturaleza de la lengua y del aprendizaje de ésta; (2) el
diseño, que
incluye los objetivos, el tipo de plan de estudios, el tipo de
actividades, el
rol del aprendiz, de los profesores y de los materiales; (3) el
procedimiento,
que incluye las técnicas y las prácticas derivadas del
enfoque y el diseño.
Por
lo anterior,
solicite a su proveedor de curso que le suministre, por escrito y de
manera
inteligible, los criterios científicos, académicos y
prácticos sobre el método
que le vende.
No
permita que lo
distraigan con el artilugio de que el método utilizado es el
más “popular” o
que posee “vigencia mundial”. “Popularidad” o
“vigencia mundial”, en cursos
serios, no son indicadores de calidad.
La
“popularidad” o la “vigencia
mundial” son el resultado de la promoción que hace un
grupo reducido de mercaderes
de la educación con el apoyo de algunos políticos
influyentes, como lo indican
los autores Canagarajah, en “Resisting
Linguistic Imperialism in English Teaching”, y Phillipson en “Linguistic Imperialism”.
Igualmente,
la “popularidad”
o la “vigencia mundial” son el resultado de prestigios
fabricados por
publicidad masiva. Van Els y otros autores en “Applied
Linguistics and the Learning and Teaching of Foreign Languages”
señalan que en la enseñanza de lenguas extranjeras “las novedades son divulgadas en notable similitud con
los artificios
utilizados en ventas”.
El
proveedor del servicio:
no permita que lo deslumbren con la infraestructura o los
equipos del proveedor. No deja de ser importante la comodidad de las
aulas, el
acceso a equipos que favorezcan el aprendizaje, pero, recuerde que no
está ahí
por eso.
La
Dra. Chris
Wright, en “The Benefits of ESP” (English
for
Specific Purposes), ofrece los siguientes argumentos, válidos,
por igual, para
los cursos de idiomas en general:
“…considere
la situación de las escuelas de idiomas locales. Estas necesitan
atraer un gran
número de estudiantes para sobrevivir… Un grupo de
estudiantes con necesidades
específicas estudiará demasiado material irrelevante y,
aquel relevante, si
existe, será tratado con insuficiente profundidad”.
Así
como sucede en una
cita médica, en la que existe un problema específico que
resolver, con la misma
seriedad debe atenderse su necesidad específica de aprendizaje.
Solicite que le
suministren, por escrito, cómo será atendido su caso en
particular.
Acerca
del personal docente,
tome en cuenta:
(1).
la formación
académica del personal docente. No acepte certificaciones de
capacitaciones comerciales
espurias de pocas semanas, especialmente las circunscritas al Marco
Común
Europeo de Referencia (MCER; CEFR por sus iniciales en inglés),
o a escalas más
obsoletas, entre otras, “American Council on the Teaching of
Foreign Languages
(ACTFL) Guidelines” (aquellas que etiquetaron –y hasta
nuestros días- a los
estudiantes como “principiante”, “intermedio” y
“avanzado”, y que derivaron que
una persona sabe algún “porcentaje” de idioma),
así como “acreditaciones”
obtenidas a través de pruebas estandarizadas (en inglés)
que han sido
homologadas “a la fuerza” a esas escalas.
Sobre
las falencias del
MCER –aun no se conocen sus ventajas más allá de
las comerciales y
adoctrinadoras- que se supone es la escala “moderna”, la
literatura científica
es vasta. Un ejemplo que le orientará a comprender que los
derivados del MCER no
poseen base teórica, así como cualquier prueba
estandarizada (especialmente de
inglés), libros de texto y material digital homologados a ese
marco, es el
siguiente:
“Los
datos sobre los estudios de esas escalas fueron sobre la base de
juicios intuitivos
de profesores en lugar de muestras de rendimiento. Lo que vemos en las
escalas
del MCER es, por lo tanto, “esencialmente a-teórico”
(Fulcher 2003: 112), una
crítica que North y Schneider (coautores del MCER) (1998:
242-243) admiten que es
el caso. Desde este análisis, se ha repetido con frecuencia que
las escalas no
tienen ninguna base teórica o investigativa sobre la
adquisición de una segunda
lengua (Hulstijn 2007: 666)”.
(Fulcher.
The reification of the Common European Framework of Reference (CEFR)
and
effect-driven testing).
Entonces,
cuando le
dicen a usted o a sus hijos que está en un nivel
“A1”, “A2”, etc., ¿qué
significa eso? La carencia de base teórica en los procesos de
enseñanza,
aprendizaje y evaluación de lenguas que derivan una praxis
errónea en el aula,
¿será una de las razones de mayor peso que lo limita en
el aprendizaje de
lenguas, y sobre la cual se “fundamenta” la política
educativa financiada con
fondos públicos, y por la cual no se aprende al menos el
inglés desde la
primaria pública, debiendo pagar más cursos de
inglés en la etapa adulta…?
(2)
el conocimiento
teórico y práctico de la lengua que enseña, de
pedagogía y de andragogía.
(3)
la experiencia
internacional e intercultural.
(4)
el área de interés
en la enseñanza –los docentes obligados a enseñar
de manera “integral” todos
los aspectos de un curso, reduce los costos para el proveedor, pero
podría
traerle problemas en su aprendizaje.
(5)
la vocación y el
carisma.
Buena
suerte, y que
logre hacer realidad sus valiosas aspiraciones.